LOS GRANOS DE CAFÉ
Cuando tenía como 10 o 12 años, no recuerdo exactamente, pero lo
calculo por los remotos recuerdos que me llegan de cuando escuché por primera
vez esta historia, de parte de un viejo amigo de mi papá. Este señor, acostumbraba
a visitar a mi papá en su Bar, por lo menos una vez a la semana. Los días sábados,
cuando yo estaba en casa, y no tenía tareas del colegio, y este señor visitaba,
papá acostumbraba regalarle limones del patio de la casa, un sobre de café o un
paquete de casabe. Era una costumbre casi religiosa. Mi misión casi siempre se
centraba en recoger los limones, o preparar el “paquete”.
En una oportunidad, un sábado, cuando el señor ya se retiraba,
mi papá me encomendó la misión de recoger unos limones, y, además, incluir un
sobre de café. Eso no era normal, o era una cosa o la otra, pero las dos
juntas, no era la costumbre. Le pregunté a papá de nuevo la encomienda, por si
estaba equivocado, y él percibió que yo estaba un poco confundido, por lo que
se me acercó y me dijo al oído, - el señor Hugo está de cumpleaños, y está
un poco nostálgico porque su única hija se fue a estudiar fuera de la Isla
-. Asenté con la cabeza y entendí: era un día especial y por eso el regalo especial.
Cuando entré al Bar, por la puerta del lado, lo vi que estaba en
su esquina de siempre en el gran mostrador de madera y fórmica azul aguamarina.
Él me vio y me hizo señas con la mano para que me acercara, le entregué la
encomienda y ya me disponía a retirarme cuando me dijo, - Hey, Ernestico, siéntate
un momento que quiero contarte algo -. Eso hice, me senté a una banqueta
pequeña que no me hacía llegar los ojos a la parte superior del mostrador, y me
hacía levantar la cabeza y los ojos para poder verlo. Me dijo, - sabes que
mi hija se fue a estudiar fuera de la Isla y eso me tiene triste y alegre a la
vez, triste porque aún la veo como una niña, a pesar que tiene ya 19 años, y
alegre, porque hoy cumplo años y ese es un regalo que la vida me da, ver a mis
hijos crecer y buscar el camino del estudiar y crecer, tú harás lo mismo cuando
te toque –. El señor Hugo siempre acostumbrada a contarme historias cuando
se sentía con ganas de hablar, porque a veces solo se sentaba en su esquina de
siempre del mostrador, y se tomaba sus cervezas en silencio escuchando la
música de la Rockola. Fue ese día, evocando a su hija, y luego de llevarse el
sobre de café a la nariz y exhalarlo con tanto gusto, que me contó la historia
de los “Granos de Café”, y que hoy quiero compartir la con Uds.
Esta historia dice así:
“Una hija se quejaba con su padre acerca de su vida y cómo
las cosas le resultaban tan difíciles. No sabía cómo hacer para seguir adelante
y creía que se daría por vencida. Estaba cansada de luchar. Parecía que cuando
solucionaba un problema, aparecía otro. Su padre, un chef de cocina, la llevó a
su restaurante. Allí llenó tres ollas con agua y las colocó sobre el fuego.
Pronto el agua de las tres ollas estaba hirviendo. En una colocó zanahorias, en
otra colocó huevos y en la última colocó granos de café. Las dejó hervir. Sin
decir palabra. La hija esperó impacientemente, preguntándose que estaría
haciendo su padre. A los veinte minutos el padre apagó el fuego. Sacó las
zanahorias y las colocó en un tazón. Sacó los huevos y los colocó en otro
plato. Finalmente, colocó el café y lo puso en un tercer recipiente. Mirando a
su hija le dijo, - Querida, ¿Qué ves? – Y, la hija le contesto un poco
incrédula - Zanahorias, huevos y café -. La hizo acercarse y le pidió que
tocara las zanahorias, ella lo hizo y notó que estaban blandas. Luego le pidió
que tomara un huevo y lo rompiera. Luego de sacarle la cáscara, observó el
huevo duro. Luego le pidió que probara el café. Ella sonrió mientras disfrutaba
de su rico aroma. Algo confundida la hija preguntó, - ¿Qué significa esto?, papá
– Él, muy pacientemente le explicó que los tres elementos habían enfrentado la
misma adversidad: agua hirviendo. Pero, habían reaccionado en forma diferente.
La zanahoria llegó al agua fuerte, dura; pero después de pasar por el agua
hirviendo se había puesto débil, fácil de deshacer. El huevo había llegado al
agua frágil, su cáscara fina protegía su interior líquido; pero después de
estar en agua hirviendo, su interior se había endurecido. Los granos de café,
sin embargo, eran únicos: después de estar en agua hirviendo, habían cambiado
el agua. - ¿Cuál eres tu hija? cuando la adversidad llama a tu puerta, ¿Cómo reaccionas?
- le preguntó el padre a su hija, y continuó luego. - ¿Eres una zanahoria que
parece fuerte pero cuando la adversidad y el dolor te tocan, te vuelves débil y
pierdes tu fortaleza? ¿Eres un huevo, que comienza con un corazón maleable,
poseyendo un espíritu fluido, pero después de una muerte, una separación, o un
despido te vuelves dura y rígida? Por fuera te ves igual, pero ¿eres amargada y
áspera, con un espíritu y un corazón endurecido? ¿O eres como un grano de café?
El café cambia al agua hirviendo, el elemento que le causa dolor. Cuando el
agua llega al punto de ebullición el café alcanza su mejor sabor. Ojalá logres
ser como el grano de café, que cuando las cosas se pongan mal, tu puedas
reaccionar en forma positiva, sin dejarte vencer y hagas que las cosas a tu
alrededor mejoren, que ante la adversidad exista siempre una luz que ilumine tu
camino y el de la gente que te rodea. Que puedas esparcir con tu fuerza,
optimismo y alegría el dulce aroma del café - A este punto de la conversación,
las lágrimas de la muchacha bajaban con fuerza por sus mejillas, no dijo
ninguna palabra a su padre, simplemente lo abrazó y le dio las gracias por la
lección, y le dijo – nunca olvidaré este día, papá -.”
Años después
de ese episodio infantil, recordé la historia que me contó el señor Hugo y la
busqué en internet, conseguí esta versión que les traigo hoy. Una historia que
me marcó y que siempre la recuerdo, ya que de manera muy reflexiva nos hace ver
la necesidad de forjar el carácter para afrontar las adversidades de la vida, y
prepararse para accionar y dar siempre las mejores respuestas, poner la mejor
cara y ofrecer lo mejor de sí. Es un escrito que no lleva a la reflexión, y
hacernos la pregunta: ¿Cómo actuamos ante las adversidades? Como la zanahoria,
como el huevo, o, como los granos de café.
Nos leemos muy
pronto.
Ernesto
Eloy.
En
algún lugar de esta Tierra de Gracia que llaman Venezuela.
09/02/2025
X:
@Evelasquez66
Correo: ernesto.e.velasquez@gmail.com
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