Los
últimos días de su andar por este mundo la conocieron como “El Apóstol de los
Enfermos”, pero ese indicativo no le era ajeno a Ella. Antes de esos días, y
por muchos años, fue una entusiasta catequista, gran amiga de la iglesia y de
sus Hermanas de la Orden de María de la Parroquia de Nuestra Señora de Fátima
en Puerto La Cruz. Petra siempre fue así, de palabra dulce y fácil para los
suyos y para los que necesitaban escuchar, y así la recuerdan sus amigas y Hermanas
de la Iglesia. Los doctores, enfermeras y demás personas que estuvieron cerca
de ella los últimos dos meses de su vida también la recuerdan como una mujer
alegre y con una oportuna palabra de aliento y Fe que transmitía confianza y Paz.
Aún, algunos enfermos y familiares que
estuvieron en el mismo hospital que Ella durante sus últimos momentos, y
tuvieron la ocasión de compartir y escuchar sus oraciones, le recuerdan con
amor y devoción. Fueron ellos los que la bautizaron con ese apodo: “El Apóstol
de los Enfermos”.
Así, así fue Petra, y todos los que tuvimos
la gran dicha de conocerla y tenerla muy cerca, la recordamos con ese
sentimiento de amor y cariño. Es por eso que para algunos será “El Apóstol de los
Enfermos”, para otros la “Gran Amiga”, para unas cuantas la “Feliz Hermana”, y
para unos pocos simplemente “Mami”. Así fue Petra en toda su vida.
Petra, nació en la para entonces pequeña
población agrícola y campesina de Quiriquire, estado Monagas, un 9 de diciembre
del año 1946 a temprana horas de la mañana. Será por eso que siempre en su vida
fue madrugadora. Ya para esa época Quiriquire comenzaba a ser descubierta por
las inmigraciones que traía consigo la incipiente explotación petrolera. No se
tienen datos precisos de la fecha y año de su bautizo ni confirmación, pero conocemos
que fue presentada ante la jefatura civil y ante la Iglesia Católica como Petra
Leocadia Rosales Cedeño. Sus padres fueron Raimunda Cedeño, ama de casa,
natural de Caripe, y Eleuterio Rosales, trabajador de la industria Petrolera,
natural de La Toscana, ambos del estado Monagas.
Según nos contó en una oportunidad, su niñez
fue feliz pero austera a pesar de que en esa época, contar con ingresos de la
industria petrolera, era un privilegio y
beneficio inigualable, pero el carácter y el rigor de sus padres fue
determinante. Su hermano mayor Reinaldo, nos cuenta que siempre fue inquieta y
alegre desde niña, y muy dada a la lectura.
Petra fue la segunda de la descendencia
Rosales Cedeño, primero fue Reinaldo, luego Petra, siguiendo en orden, Victor,
Pedro, Eleuterio y Leida. Todos nacidos en Monagas, entre Quiriquire y
Caripito, según el movimiento que tuvo su padre en el trabajo petrolero.
Estudió primaria en la Escuela Rural Udón
Pérez en su natal Quiriquire, entre los años 1953 y 1959; y los 2 primeros años
de bachillerato los estudió entre 1959 y 1961, en la vecina población de
Caripito, en el Liceo Monagas. En el año 1962, contando con apenas 16 años, se
viene a Puerto La Cruz con su madre; y en el año 1963 inicia estudios de
Comercio en el Instituto Juan XXIII de esta ciudad Porteña, finalizándolos en
el año 1966, de donde egresa como técnico medio en Secretariado Comercial.
Entre los años 1967 y 1969, los vive en el
sector El Pensil de Puerto La Cruz, calle Sucre a dos cuadras de la hoy avenida
Municipal, y trabaja en varias empresas de la zona como secretaria. Luego se
muda junto a su madre y sus hermanos, que para entonces también habían emigrado
de Monagas para Puerto La Cruz, a la calle 18 de octubre muy cerca del Comando
de la Guardia Nacional del mismo sector El Pénsil. A principios del año 1970
comienza sus amoríos con Armando Urbaez, natural de Irapa, estado Sucre, con
quien se casa el 12 de diciembre de ese mismo año en la iglesia de la Santa
Cruz, en oficio realizado por el recordado Padre Quinto.
Luego de casarse se muda con su marido de
nuevo a la calle Sucre de El Pensil, donde nace su primera hija Rubennys María
en abril del año 1972. Ya para entonces Petra había dejado de trabajar y se
dedicó en cuerpo y alma al cuidado su
hija y esposo. Al poco tiempo de nacer su primera hija, la recién formada
familia Urbaez Rosales, se mudan a la calle Bermúdez del sector Barrio Mariño,
justo detrás de la iglesia de Nuestra Señora de Fátima, y ahí tiene Petra sus siguientes
dos hijas, Rudy Emilia en febrero de 1973 y finalmente a Rutmeida María en
junio de 1975. Sus primeros años de casada, y madre de tres niñas casi del mismo
tamaño, no fueron fáciles. Esta situación, es la que precisamente acerca a
Petra a la iglesia, ya que como se dijo, le quedaba justo detrás de su casa. Fue
la Paz de la iglesia la que la ayudó a sobrellevar su vida en ese tiempo y en
los años por venir.
En el año 1987 se muda al sector Montecristo
también de Puerto La Cruz, donde asienta su hogar definitivo la familia Urbaez
Rosales. Pero esta mudanza no la aleja de su actividad religiosa, y se hace de
una agenda disciplinada para siempre sacar tiempo y acudir a sus obligaciones
como catequista, si desatender la base y fundamento de su vida: su Familia. Sus
hijas dicen con sobrado orgullo hoy día, que son las mujeres hechas y derechas,
trabajadoras, dedicadas a sus familias y esmeradas en su hogar, gracias al gran
ejemplo que les dejó su madre.
Petra vivió la enfermedad y muerte de sus
padres, y de uno de sus hermanos con gran entrega y devoción. Fueron
enfermedades largas y de una convalecencia azarosa, y sin embargo, las atendió
con afán y voluntad de hija y hermana agradecida. Primero fue su padre, quien
murió en el año 1990, luego su madre en el año 2005, y finalmente su hermano
Pedro en el año 2009.
A Petra le complacía decir que, entre los
momentos más felices de su vida, luego del nacimiento sus hijas, estaban los
nacimientos de los que Ella llamaba “La Luz de sus ojos”, de sus tres nietos:
Primero Ivan Armando en febrero de 1996, hijo de Rudy; luego Grecia Estefanía
en octubre del 2006, y finalmente Fernanda Sofía en enero del 2010, ambas hijas
de Rutmeida. Como abuela fue
complaciente, pero a su vez rígida y tuvo la oportunidad de guiar a sus dos
primeros nietos en el camino de la Fe y la iglesia.
La afección cardiológica con la que batalló Petra
hasta el final de sus días, le comenzó a aquejar a mediados del año 2003. De
esto su esposo y sus hijas siempre recuerda que no decayó nunca a pesar de su enfermedad, no descansó ni
desmayó un solo día, y esa afección no le amilanó en sus oficios del hogar y de
la iglesia. Siempre supo sacar una sonrisa y su alegría fue su mejor remedio
para superar las limitaciones que le aquejaban cuando su enfermedad le
arreciaba. Barquisimeto y finalmente Caracas, fueron las ciudades donde se
atendió la afección, hasta que logró después de un largo peregrinaje médico, y
gracias a las oportunas y muy diligentes gestiones de su sobrino Edgar Urbaez;
le ofrecieron una alternativa viable para solventar su afección, que aunque
riesgosa y complicada, era para el momento la más inmediata y única vía posible.
En Caracas fue donde encontró una esperanza de solución. La compañía esmerada
de su cuñada Luisa y la hospitalaria atención en la estancia de la amiga
Ismaela fueron vitales para que Petra lograra su objetivo de poder operarse. Fue
en el Hospital Pérez Carreño de la ciudad capital donde le ofrecieron
realizarse una operación a corazón abierto para subsanar la afección coronaria
que le afectaba. El 17 de mayo del 2011 se despidió de sus hijas y de su
esposo, y salió de su casa en Montecristo, Puerto La Cruz, para hospitalizarse
y someterse a los exámenes previos a la operación. Su cuñada Luisa, su hermana
Leida y su amiga Ismaela, fueron sus compañías en esos angustiosos últimos
días. La operación fue fijada para el 12 de julio, día martes, luego de varias y
sucesivas suspensiones. Su hermana Leida, cuenta que el viernes antes de la
operación, y con la venia de su médico tratante, salió del hospital para
cortarse el cabello, porque Petra, como siempre acostumbraba debía verse bien
peinada y arreglada para cualquier ocasión, y esa, la operación, era una de
ellas y fue su insistencia en salir para hacerse sus retoques. Fue un día
especial ese viernes, dice su hermana Leida, quién por cuestiones imprevistas
fue quien estuvo sola con Ella el día de la operación.
Ese 12 de julio Petra amaneció tranquila,
sosegada y con dominio pleno de su estado de ánimo. A pesar de que estaba
consciente de lo delicado y complicada que podría ser la operación, se sentía
en Paz y muy confiada en que lo que estaba haciendo era lo correcto. Su hermana
Leida recuerda que ese día, apenas amaneciendo, Petra le pidió a un señor que
vendía cafés en los pasillos del hospital, y que sabía que era cristiano
evangélico porque ya había en otras oportunidades entablado conversaciones con
él, que orara por Ella “porque ya había llegado el día”. Antes de ser buscada por las enfermeras a las
7am, Petra oró junto a su hermana y se encomendó a Dios y al Sagrado Corazón de
Jesús. Sus últimas palabras a su hermana fueron “… en las manos de Dios me
pongo y en él confió”. Petra falleció a la 1:15am del 13 de julio del 2011,
luego de una complicada y compleja operación que duró unas ocho horas. Los
doctores lucharon largas horas luego de la operación para estabilizarla y
mantenerla viva, pero las fuerzas, el ánimo y la voluntad de vivir que le
acompañaron durante toda su vida la abandonaron. Su corazón no le aguantó. Se sometió
a esa complicada operación gracias a su voluntad, y de cuantos le colaboraron y
ayudaron en conseguirla, pero al final la voluntad y la decisión de Dios fue
que hasta ese día estuviera entre nosotros.
Petra regresó a Puerto la Cruz pero ya no
sólo era parte nuestra, si no, que se convirtió en parte muchos en los que
evangelizó. Su cuerpo murió, pero su Alma y su Espíritu vivirán con los suyos
eternamente. Los restos mortales de la bien llamada “Apóstol de los Enfermos” reposan
en el Cementerio Parque Metropolitano de Barcelona, Edo. Anzoategui- Venezuela,
donde fueron depositados el 15 de julio del 2011.
Elaborado por:
Ernesto Eloy Velásquez Rodríguez.
Lechería, Venezuela, 31 de marzo del 2013.
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