IGUAL A UNA
CARRETA VACIA
Después de un día de trabajo agitado y bastante difícil, llegué
a casa. Luego de bañarme y cenar, me senté un rato en el sofá a medio ver la
televisión, y entre navegar por un sinfín de canales que no me llamaban la
atención, y, hablar con mi esposa sobre los acontecimientos del día, finalmente
me decidí por releer uno de los tantos libros de meditación que tengo en mi biblioteca
a ver si me relajaba un poco, y di con uno que tenía muchos años que le había perdido
la pista: Minutos de Sabiduría de Ediciones Paulinas.
Ese pequeño libro me lo había regalado mi mamá hacía muchos años
cuando aún estaba estudiando. Lo había conservado porque es de ese tipo de
lectura que no pierden vigencia nunca y siempre sirven para meditar y distraer
la atención de las cosas cotidianas. Al abrirlo, di con uno consejo que me caía
al pelo de lo vivido ese día en una reunión de trabajo, y que me había
descompuesto el día por completo.
Este consejo, el número 188, dice así: “No confundas cultura
con sabiduría. La cultura viene desde afuera hacia adentro, penetra por los
ojos, por los oídos, y puede adherirse o no, a nuestro cerebro. La sabiduría,
al contrario, nace dentro de nosotros y se exterioriza; surge en el corazón y
solo puede ser adquirida por medio de la meditación. Hasta los analfabetos
pueden conseguir la sabiduría, si saben meditar en sus corazones las grandes verdades.”
Leer este solo consejo me tranquilizó y logré relajarme, tanto,
que me quedé leyendo el libro desde el inicio, y no fue si no un poco antes de
la media noche que caí en cuenta de la hora y me fui a dormir.
Digo que el consejo me cayó al pelo, porque el evento que había
causado tal perturbación en mí durante la reunión de trabajo, giraba en torno
al fondo de lo que había leído (la sabiduría), y eso me causó un poco de
sosiego al comprender, en parte, el comportamiento humano de cierta persona que
protagonizó la reunión. Resulta que, durante esa reunión de trabajo, un cliente
no dejó en ningún momento que le explicaran la situación que había sucedido con
sus equipos, e interrumpía constante y reiteradamente cada vez que le trababan
de dar un razonamiento. Nunca, en la hora y media que duró dicha reunión, dejó
en ningún momento que le diéramos la respuesta que, según él, fue a buscar, y
se centró en el gran conocimiento que tenía sobre la logística de despacho,
sobre el servicio y, como si fuera poco, sobre el funcionamiento y tecnología
de los equipos. Versó su cháchara en el basto y gran conocimiento que tenía, y
no dio cabida a reconocer el esfuerzo habían hecho los técnicos e ingenieros
para resolver la situación que se le había presentado. En definitiva, él mismo
se preguntaba y se daba respuestas y conclusiones, y, al final no se llegó a
ningún acuerdo, y esa situación, no solo incomodó, si no, que le descompuso el
día a más de uno en la oficina.
Cuando ya me disponía a acostarme, recordé una leyenda que
alguna vez había leído, y que completaba la reflexión del día. Se trata de la
leyenda de la “Carreta Vacía”, y que les quiero compartir como parte de
las meditaciones y reflexiones que este evento tuvo en mí ese día. Esta leyenda
dice así:
“Caminaba con mi padre cuando él
se detuvo en una curva y después de un pequeño silencio me preguntó - ¿Además
del cantar de los pájaros, escuchas alguna cosa más? - Agudicé mis oídos y
algunos segundos después le respondí - Estoy escuchando el ruido de una carreta
- Eso es -, dijo mi padre, y continuó - Es una carreta vacía - Pregunté a mi
padre - ¿Cómo sabes que es una carreta vacía sí aún no la vemos? - Entonces mi
padre respondió - Es muy fácil saber cuándo una carreta está vacía, por causa
del ruido. Cuanto más vacía la carreta, mayor es el ruido que hace -.
Me convertí en adulto y
hasta hoy, cuando veo a una persona hablando demasiado, interrumpiendo la
conversación de todos, siendo inoportuna o violenta, presumiendo de lo que
tiene, sintiéndose prepotente y haciendo de menos a la gente, tengo la
impresión de oír la voz de mi padre diciendo – Cuanto más vacía la carreta,
mayor es el ruido que hace -.
La humildad consiste en
callar nuestras virtudes y permitirle a los demás descubrirlas. No seamos
prepotentes y creernos lo mejor de lo mejor despreciando las ideas y criterios
de los demás. Cada quién tiene su mérito y merece ser escuchado. No seamos nunca
como una Carreta Vacía.”
Nos leemos muy
pronto.
Ernesto
Eloy.
En
algún lugar de esta Tierra de Gracia que llaman Venezuela.
16/02/2025
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@Evelasquez66
Correo: ernesto.e.velasquez@gmail.com