Powered By Blogger

sábado, junio 04, 2011

(18) Crónicas Anácronicas II - De la Primera a la Quinta

CRÓNICAS ANACRÓNICAS II
     Esta es la segunda entrega de las Crónicas Anacrónicas que escribí hace 9 años, y que su primera entrega fue en la entrada Nº 9 pasada de este Blog. El tema de esta Crónica es medio polémico, porque sé que a algunos de Uds no les gusta el tema político, pero si no fuera que fui Yo mismo el que viví este episodio en cuerpo presente, no se los contara en estos tiempos de censura, autocensura y desmedido libertinaje. Además, me parece que es un tema que por la manera de tratarlo, lo que hace es relajarnos ante los episodios similares que a muchos, de seguro, nos ha tocado vivir en algún momento de esta era Republicana. Aquí les dejo entonces, esta segunda entrega de la serie de “Crónicas Anacrónica”, a la cual le conservé la fecha original de su creación:
DE LA PRIMERA  A LA QUINTA
     Ayer en la noche nuestro señor Presidente, en una de sus acostumbradas cadenas, hablaba sobre el ya trillado tema del apoyo incondicional y permanente que tendrían las pequeñas y medianas empresas por parte de todos, absolutamente todos, los organismos del Estado, y principalmente de aquellos dedicados al financiamiento y ayuda a ese sector.
     Hoy, en la mañana, bien temprano, muy motivado por el mensaje tan consolador del Presidente, decidí visitar uno de esos organismos que había señalado. Fui al Banco Industrial.  Cuando entré, ya me imaginaba dirigiendo mi propia Empresa, con no menos de cincuenta empleados. Yo, mi esposa y mis hijos; trabajando, creciendo, produciendo y dando empleo a muchos otros coterráneos. Pero. Esa motivación y ese sueño de grandeza se desparramaron en fracciones de segundos. La frustración y la desmotivación en nota de Sol Mayor (y desafinado) cayeron sobre mi cabeza como un saco de plomo. Una señora como de cuarenta y dele largo, de muchas que había en la sala de atención al cliente, me atendió en primer lugar y me interrogó déspotamente:  - Mijo, y qué quieres tú. A qué vienes tú pa’cá? – Yo, muy galantemente y respetuoso aún, le respondí que había asistido con la intención que me informaran sobre los planes de financiamiento que tenía el Banco para profesionales emprendedores. La señora me respondió en tomo irónico e hiriente: - ¿Emprendedores?,  Y que emprendes....? – Ante tal atropello a la delicadeza de un empleado que atiende público, disimulé, no le respondí, me paré y pasé directamente hasta la oficina de la sub-gerente del Banco: Una joven delgada, de cabellos rubios, que parecía una Barbie en medio de iguanas prehistóricas, me atendió y con una voz delicada me pidió que me sentara mientras la sub-gerente se desocupaba de atender a unos oficiales de la Guardia Nacional. Me distraje un poco de la desagradable bienvenida, contemplando tan extraño ser en ese mundo tan horripilante. Mientras esperaba, observé por el vidrial lateral de la oficina  de la sub-gerente, que esta tenía unos gestos con las manos y con la boca que no parecían de un personal de ese nivel jerárquico. No me interesó de inmediato, hasta que la impulsiva visita mañanera me llevó a enfrentarme cara a cara, nada más y nada menos que a la máxima expresión de la chabacanería jamás vista en mi corta vida.
     Me dijo chasqueando los dientes, como sacándose la basurita de los dientes - Buenos días, hijo mío, - fueron sus primeras palabras. - ¿Qué te trae por aquí, pues...? – El tono de voz, la figura, el vestir, las gesticulaciones, todo ella eran aspectos que no tenían absolutamente nada que ver con la persona amable, elegante, delicada y profesional, que normalmente existen en estos cargos en otras entidades bancarias. Sus uñas tenían un color chocolate quemado que combinaban con su chaqueta color violeta nazareno. En la mano izquierda, el dedo índice tenía la uña más corta que las demás y a medio pintar. La oficina expedía un olor a empanada de cazón con bastante salsa de ajo. El escritorio tenía alrededor de quince carpetas apiladas una encima de la otra con papeles de color amarillo y de todos los tamaños. No tenía ni el más mínimo sentido de lo que me explicaba. Tiraba una carpeta, y otra y otra. No encontraba el folleto ni la planilla con la información de los recaudos que debía entregarme. Sus expresiones eran tan extravagantes, que parecía que me encontraba en un puesto del mercado de buhoneros comprando unas chancletas para la playa o comiéndome una arepa con cochino y aguacate (aunque sigo pensando que en esos sitios la atención es mucho mejor). En definitiva nunca encontró los folletos ni la planilla, sólo me dijo: - Bueno, mijo lindo, pasarás después – y me despidió con un apretón de mano fuertísimo.
     Cuando salí de la oficina de la “sub-gerente”, todo en mí se trastornó. Mis sueños de empresario, mi opinión positiva sobre los excelentes planes del gobierno. Todo. Definitivamente, todo. Me quedé en el umbral, entre la conciencia y la inconsciencia provocada abruptamente.
     Al encontrarme de nuevo con la calle lo primero que se me vino a la mente fue decir:  - Que buena vaina, carajo. Si yo lo único que quería era trabajar, crecer, producir y darle empleo a muchas personas......y estos hijos de su madre, lo que vinieron fue a joderme el día... -  Cuando caminaba vi a unos hombres parados en frente del sindicato de trabajadores petroleros, esperando un cupo de trabajo. Me detuve por un instante, en mi inconsciencia frustrada y unos de ellos me abordó y me dijo dándome una palmadita en el hombro: - Tranquilo compadre, que si vamos a conseguir trabajo, ya tú vas a ver que tú mujer y tus hijos no van a pasar más hambre – Luego de sus palabras, el hombre se alejó al igual como apareció. Lo único que me dejó fue una sensación extraña en el corazón, no sabía si reírme o molestarme. Seguí caminando hacia no sé donde. Me paré en una esquina en donde estaba un teléfono público y me recosté a descansar mi desmotivación. Pensé en la frustración de muchos como yo, que teniendo las ganas de hacer algo grande, no lo pueden hacer por que sencillamente está censurado para seres cotidianos como nosotros. Pensé en la frustración que pudo tener Bolívar cuando se perdió la primera, la segunda y la tercera república. En la grandísima rabia de no poder hacer y cumplir con sus sueños. En la manera cómo se habían secuestrado su ideal y en cómo se moriría sin ver ni siquiera el más mínimo de sus sueños cumplidos. Pensé por un segundo en miles, que en ese mismo momento estarían como yo. Pensé en cómo se puede tener un personal así en una institución así. Pensé en lo que sería lógico y en lo que puede ser conveniente. Pensé en la gran brecha que hay entre lo que se dice y lo que se hace.
     Lo que más me encolerizó del espectáculo del Banco fue pensar que así cómo me sucedió a mí, a muchos otros que se motivaron con las palabras del Presidente se pudieron haber encontrado con la realidad de querer hacer algo, de tener buenas intenciones, pero no contar con la ayuda para hacerlo.  Las buenas intenciones de los gobernantes no bastan, si los de abajo no le paran ni un “pito” a las políticas y planes que se trazan. Si no hay personas capacitadas y preparadas para llevar acabo esas políticas y planes. Yo estoy seguro que la primera, segunda, tercera y cuarta hubo frustración, pero lo que si estoy segurísimo lo que en esta quinta la hay y que jode.
     Entre la cuarta y la quinta, me quedo con la que viene. Ya vendrán los días de comer los mangos maduros. Ojalá y así sea. Ni por la izquierda, ni por la derecha, por el centro, carajo…!
Ernesto Eloy Velásquez.
Puerto La Cruz.
04 de marzo del 2002. (21:13)

Del dicho al hecho…. Hay mucho trecho….!!!
Ernesto E. Velásquez R.
Lechería, Anzoátegui. Venezuela.
08/05/2011

No hay comentarios: